Buenos días sus mercedes, Mi nombre es Víctor Mendieta Atocha, y
estudiaba artes plásticas, hace ya unos años, irá a ser una década, soy hijo de
Don Víctor Ildorfo Mendieta Sánchez y doña Etelvina Atocha Ortega, ambos,
humildes tenderos del sector de Bosa, yo estoy aquí, porque mis labios ya no
pueden decir palabra.
Cuando entré al instituto, fue
la cosa más bonita del mundo, porque siendo pobre como soy yo, no aspiraba a la
universidad, y me dedicaba a dibujar en mis tiempos libres, que el profesor de artística
me decía que yo tenía un talento inmenso que debería ser encarrilado, y yo me
las creí, apenas salí de once, me compré el PIN para la U, y quedé de primerito
en la lista, Cual sería mi sorpresa. Porque al siguiente semestre, comencé a
estudiar becado, todo lo que hacía y aprendía me gustaba, y no había un solo
momento de mi vida en que no me dedicara a lo que me apasionaba.
Hoy es viernes y están el
Wilson, Parra y la Andrea con nosotros, tomando cerveza fría en un barcito de
esos que se dan cerca a la U, y pululan, estábamos terminando semestre, y de lo
bien que nos iba, celebramos con petacos de cerveza, salimos del lugarcito
trastabillando y dando traspiés con todo, bailando en la calle de poste en
poste, y muy contentos, hasta que en una esquina pasamos al lado de un camión
del ejército, nos pidieron papeles:
-Papeles hijueputas...
-Señor, no hay necesidad de
tratarnos mal
-Cállese gran marica, saquen
los papeles.
No habíamos alcanzado a mandar
mano al bolsillo, cuando siento un golpe seco en la espalda, que me dejó sin
aire y caí de rodillas, uno de los soldados de la patria me había tirado al
suelo, mientras otro gritaba "al suelo", dicho esto a todos los
golpearon igual que a mí, un hilillo de sangre salía de la boca de Andrea, que caía
de bruces al piso, la gelatina roja de su hemorragia hacía juego con la mugre
del suelo, mientras intentaba respirar, pero la bota militar no le dejaba,
porque presionaba sus costillas.
-súbanse al Camión, nos los
llevamos para el comando.
-No señor, no nos llevan a ningún
lado- Dijo Wilson, y le partieron la mandíbula con golpe de fusil, quedo
descolgado como en una mueca de asombro y de horror
Nos subieron, a la fuerza, y comenzó
a conducir, pero no hacia el comando ejército, sino hacia las afueras de la
ciudad, la noche estaba en cuarto menguante, y oscura, la ciudad reventaba de alegría
en las esquinas, pero nadie miró el camión del ejército y sus ocupantes, el
horror que allí vivíamos, nos hicieron bajar en un barranco a orillas de una
zona rural, otra vez se escuchó el grito "de rodillas" y así lo
hicimos.
Teníamos miedo y no queríamos
resistirnos, cuando estos apuntaron las bocas frías de sus armas hacia nuestros
pechos, entonces pensé "así se siente la inminencia de la muerte" no pensé
que fuera real, no entendía porque yo estaba en esa situación, mis papas, mi
casa, ellos no iban a creerlo, porque fui siempre un pelado muy sano, muy
decente y muy soñador, ningún carro pasaba a esa hora cuando sentí que me alumbró
la cara y el olor a pólvora nos invadió, entró por nuestros huesos, y luego se caló
en la sangre, entonces comencé a ahogarme con agua tibia de mi garganta, el
sabor me invadió y tenía un orificio grande en el pecho, no salía de mi
asombro. Estaba muerto.
Por aquí anda mi ànima, suelta,
porque el verdadero asesino, está arriba, diciendo que la lucha contra la
guerrilla se está ganando, me encontraron, si, con botas y uniforme
guerrillero, con un fusil que nunca cogí, porque me lo pusieron en la mano
derecha, y yo soy zurdo, mis papás se dieron cuenta, y mi imagen pasa por el
noticiero, estoy servido en una bandeja de plata en la morgue, mientras que el escándalo
de mi noticia es apagada por fútbol y el culo de una reina de Colombia.
No estoy vivo, estoy muerto,
pero nadie, excepto mis padres, me recordaràn, sus voces no serán atendidas, y
la mía será olvidada...
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