sábado, 29 de abril de 2017

Boticas de sangre.

Buenos días sus mercedes, Mi nombre es Víctor Mendieta Atocha, y estudiaba artes plásticas, hace ya unos años, irá a ser una década, soy hijo de Don Víctor Ildorfo Mendieta Sánchez y doña Etelvina Atocha Ortega, ambos, humildes tenderos del sector de Bosa, yo estoy aquí, porque mis labios ya no pueden decir palabra.

Cuando entré al instituto, fue la cosa más bonita del mundo, porque siendo pobre como soy yo, no aspiraba a la universidad, y me dedicaba a dibujar en mis tiempos libres, que el profesor de artística me decía que yo tenía un talento inmenso que debería ser encarrilado, y yo me las creí, apenas salí de once, me compré el PIN para la U, y quedé de primerito en la lista, Cual sería mi sorpresa. Porque al siguiente semestre, comencé a estudiar becado, todo lo que hacía y aprendía me gustaba, y no había un solo momento de mi vida en que no me dedicara a lo que me apasionaba.

Hoy es viernes y están el Wilson, Parra y la Andrea con nosotros, tomando cerveza fría en un barcito de esos que se dan cerca a la U, y pululan, estábamos terminando semestre, y de lo bien que nos iba, celebramos con petacos de cerveza, salimos del lugarcito trastabillando y dando traspiés con todo, bailando en la calle de poste en poste, y muy contentos, hasta que en una esquina pasamos al lado de un camión del ejército, nos pidieron papeles:

-Papeles hijueputas...
-Señor, no hay necesidad de tratarnos mal
-Cállese gran marica, saquen los papeles.

No habíamos alcanzado a mandar mano al bolsillo, cuando siento un golpe seco en la espalda, que me dejó sin aire y caí de rodillas, uno de los soldados de la patria me había tirado al suelo, mientras otro gritaba "al suelo", dicho esto a todos los golpearon igual que a mí, un hilillo de sangre salía de la boca de Andrea, que caía de bruces al piso, la gelatina roja de su hemorragia hacía juego con la mugre del suelo, mientras intentaba respirar, pero la bota militar no le dejaba, porque presionaba  sus costillas.

-súbanse al Camión, nos los llevamos para el comando.

-No señor, no nos llevan a ningún lado- Dijo Wilson, y le partieron la mandíbula con golpe de fusil, quedo descolgado como en una mueca de asombro y de horror


Nos subieron, a la fuerza, y comenzó a conducir, pero no hacia el comando ejército, sino hacia las afueras de la ciudad, la noche estaba en cuarto menguante, y oscura, la ciudad reventaba de alegría en las esquinas, pero nadie miró el camión del ejército y sus ocupantes, el horror que allí vivíamos, nos hicieron bajar en un barranco a orillas de una zona rural, otra vez se escuchó el grito "de rodillas" y así lo hicimos.

Teníamos miedo y no queríamos resistirnos, cuando estos apuntaron las bocas frías de sus armas hacia nuestros pechos, entonces pensé "así se siente la inminencia de la muerte" no pensé que fuera real, no entendía porque yo estaba en esa situación, mis papas, mi casa, ellos no iban a creerlo, porque fui siempre un pelado muy sano, muy decente y muy soñador, ningún carro pasaba a esa hora cuando sentí que me alumbró la cara y el olor a pólvora nos invadió, entró por nuestros huesos, y luego se caló en la sangre, entonces comencé a ahogarme con agua tibia de mi garganta, el sabor me invadió y tenía un orificio grande en el pecho, no salía de mi asombro. Estaba muerto.

Por aquí anda mi ànima, suelta, porque el verdadero asesino, está arriba, diciendo que la lucha contra la guerrilla se está ganando, me encontraron, si, con botas y uniforme guerrillero, con un fusil que nunca cogí, porque me lo pusieron en la mano derecha, y yo soy zurdo, mis papás se dieron cuenta, y mi imagen pasa por el noticiero, estoy servido en una bandeja de plata en la morgue, mientras que el escándalo de mi noticia es apagada por fútbol y el culo de una reina de Colombia.

No estoy vivo, estoy muerto, pero nadie, excepto mis padres, me recordaràn, sus voces no serán atendidas, y la mía será olvidada...